lunes, 4 de octubre de 2010

Reyno

Había una vez un príncipe que a muy corta edad encontró su destino al cruzarse con una princesa, sin dudar decidió que ella lo acompañaría por el resto de su vida. Eran tan jóvenes e inocentes que transitaban la vida acoplándose y aprendiendo el uno del otro, protegiéndose de los males que los asechaban, y creciendo juntos, riéndose y equivocándose.


Luego de un tiempo el príncipe creció y al mirarse en el espejo se encontró diferente, fornido bello y lleno de riquezas; y al verse florecer destellante joven y prometedor se abrió paso a nuevas osadías con sus jóvenes allegados y colegas, quienes con los cuales comenzó a ocupar casi todo su tiempo. La princesa quedo en segundo lugar, relegada a la nada, a aquellas migajas que aquel decidía darle esporádicamente para mantenerla a su lado, pues según él ella era su destino, la madre de su descendencia y futura reina.


Y pasaron los otoños con las promesas vigentes y a cada paso desojándose iba ella, transitando su existencia y rebozando de felicidad cada vez que venía su príncipe, con rizos de oro y ojos de cielo, bello por fuera, hablador pero frio y distante la cuando se alejaba. Un vacio fue creándose entre ellos… y en ella. Decidió entonces que lo mejor era alejarse, dejarlo a su suerte pues él ya no la necesitaba, se sentó angustiada y vio pasar mil lunas, y el regreso prometiéndole cielos soleados y futuros brillantes cercanos.


Pero las palabras del príncipe tenían el sustento y la fuerza de una brisa, la situación empeoro pues ella ya no se preguntaba donde estaba ni quien lo acompañaba. Se canso de llorar mirando la luna y sintiéndose sola por las noches. Deconstruyó sus fantasías de aquel reino donde iban a formar su familia, el dolor ocupo el lugar del corazón en su pecho, sus sonrisas se convirtieron en un gesto contemplativo y sus ojos brillaban por el contraste con el agua que los invadía a cada momento.


Aturdida y solitaria, aunque él no lo crea ella va, tomando toda la culpa por todo lo sucedido, creyendo que el sol lo haría cambiar de parecer, que regresará y que no habrá más felicidad que la de estar a su lado. Protegiéndose de la realidad en sus sueños ella quiere estar, y espera a las noches llegar y reza para al día siguiente ya no despertar y así la imagen de su amado al menos por un momento poder depurar.